Comparto con ustedes lo escrito por la Profesora Carmen Sofía Rojas (V- 9.974.607), Docente de
la Universidad de Oriente (UDO), en relación a la crisis del sector
universitario venezolano, y con lo cual estoy totalmente de acuerdo.
UNA UNIVERSIDAD SIN PUPITRES
Aquel año 1958 cuando caía la dictadura que había
ensombrecido a Venezuela en un clima de persecución política, de ignorancia y
de violencia social; se produjo un nuevo amanecer para el país, pues casi
simultáneamente comenzó a expandirse la luz del saber, la paz, la hermandad y
la justicia social entre los venezolanos, y hacia todos los rincones del país
que habían estado cercados por la soberbia de un régimen que desconocía los
derechos del hombre. Así nace la Universidad de Oriente en esta zona del país,
donde a los hijos del pueblo se les cumplía, por fin, con ese derecho esencial,
consagrado en leyes nacionales y universales, de recibir educación profesional.
Nació la Universidad de Oriente con el Dr. Luis Manuel
Peñalver a la cabeza de ese noble proyecto que le prometía una profesión al
hijo del campesino, al hijo del pescador, al de la costurera, al de la
enfermera, al de la señora que lavaba y planchaba para la calle, al del obrero,
del herrero, del camionero, del heladero, en fin, a tantos y tantos hijos de
madres solteras que a través de dignos oficios lograron educar a sus hijos.
Allí se le dio cabida a todos los hijos de la tierra oriental, así se creó
nuestra universidad con el lema “DEL PUEBLO VENIMOS, HACIA EL PUEBLO VAMOS”.
Quizás hoy día somos pocos los que conocemos esta historia de
cómo nació y creció nuestra universidad, de aquel espíritu de lucha incansable
de quienes (Dr. Luis Villalba, Dr. Pedro Roa Morales; Dr. Enrique Tejera París,
Dr. Gabriel Chuchani) lograron cristalizar un sueño de traer a sus hermanos
orientales la luz del saber, la oportunidad de ser un profesional de la
república para abrir los caminos hacia el desarrollo socioeconómico de la
región y del país, así también para el desarrollo humanístico, moral y
espiritual de nuestros hombres y mujeres.
Cabe preguntarnos en este momento (abril 2013), ¿Cuántos
miembros de nuestras familias deben su título y su estatus a la “CASA MÁS
ALTA”?, ¿Cuántos pasaron un día por estas aulas, obtuvieron un título y luego
se olvidaron por completo de esa humilde casa que les dio el saber y la
preparación para enfrentar la vida con mayores alternativas?¿Cuántos de
aquellos que se formaron en ésta u en otra universidad pública de nuestro país
demuestran una indiferencia absoluta hacia la realidad que estamos viviendo,
bajo la ceguera de una tendencia ideológica?
En este momento cuando nuestra Universidad está
lamentablemente cerrada es urgente que en todos nuestros pueblos y ciudades se
hagan ejercicios de reflexión que nos permitan revisarnos, hacernos conscientes
de lo que está pasando allí en nuestra Universidad, donde van nuestros hijos
con la esperanza de construir un destino diferente. Hoy día la universidad
sigue albergando a los hijos del pueblo, a los que tienen como única
oportunidad a la Universidad de Oriente, a quienes sueñan con salir adelante en
la vida con una profesión que les permita ante todo superarse, ayudar a los
suyos, contribuir con sus comunidades, servirle a nuestra patria.
La crisis que hoy presenta la universidad no es un evento del
presente inmediato, el deterioro viene creciendo desde hace más de 5 años,
trepándose por las paredes, arropándonos dentro y fuera de las aulas. Desde el
año 2008 las universidades públicas del país están recibiendo la misma
asignación presupuestaria por parte del gobierno, lo cual ya no les permite
sostenerse. Se nos cae, señores, se nos cae la universidad. Pareciera como una
estrategia siniestra de quienes ostentan el poder y desde su posición soberbia
miran estos espacios como simples escenarios donde no han podido secuestrar el
pensamiento de la mayoría con una determinada ideología. La realidad es que
este gobierno que se dice “revolucionario y socialista” no está en absoluto
pensando en el futuro de los menos favorecidos, de los hijos de nuestros
pueblos que tienen derecho a recibir educación superior en condiciones dignas y
humanas.
Les pregunto, ¿es posible que hoy un estudiante universitario
pueda sostener sus gastos diarios con la misma cantidad de bolívares que le
daban sus padres para la merienda hace 5 años cuando estudiaba sexto grado?
Esta respuesta nos permite imaginar las habilidades y estrategias que han
tenido que implementar las autoridades universitarias de todas las
universidades públicas del país para sostenerlas con el mismo presupuesto desde
hace 5 años. De igual forma, piense en los malabarismos que tenemos que hacer
los profesores que somos padres y madres de familia para sostener nuestros
hogares. Ya basta de engaños, estamos viviendo el tiempo del renacer de la “Luz
y la Verdad” en Venezuela, no podemos seguir haciéndonos los ingenuos, esta
lucha debe convertirse en la lucha de todos por nuestra universidad, para que
todos recibamos el mismo trato digno que una institución superior merece.
Los profesores universitarios no solo estamos reclamando
nuestro derecho a tener un sueldo justo, de acuerdo con lo establecido en las
leyes venezolanas; nuestra lucha es porque se cumpla con ese derecho a la
educación en igualdad de condiciones, dignas y humanas. Basta de permitir que nuestros
estudiantes se sienten en el piso a recibir clases porque no hay pupitres para
todos, basta de oscuridad, de lámparas sin bombillos, de chatarras de
ventiladores que amenazan nuestras cabezas, basta de aires acondicionados a los
que no se les puede pagar el mantenimiento, basta de no tener filtros con agua,
basta de ver los pisos inmundos porque no hay para los detergentes, basta de
parar los autobuses porque no hay con que comprar repuestos.
Solo EXIGIMOS QUE SE CUMPLA LA LEY, no estamos pidiendo nada
fuera de lo que establece nuestra Constitución Nacional de la República
Bolivariana de Venezuela. Es preciso que el pueblo conozca lo que está pasando
en las universidades, y si tiene dudas, pregúntele a sus hijos sobre la
situación de la universidad, indague en qué condiciones están recibiendo clases
y luego fórmese una idea de lo que significa para un docente resignarse a
aceptar que cada día son más los estudiantes que vienen a la universidad a
recibir clases sentados en un inmundo piso.
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